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El hombre en el techo

 



 El miedo, el verdadero miedo no son cosas imposibles como; monstruos, fantasmas, vampiros, incluso el coco. El verdadero miedo es aquel que está latente en nuestra sociedad, que está a punto de estallar como si de una bomba del tiempo se tratara… solo hace falta que el reloj marque las doce.

 Acabo de volver de comprar provisiones, llené la habitación reforzada con comida para al menos diez años, sé que el bunker al fin me va a servir, puedo verlo, solo un idiota no lo vería, las noticias están ahí, las superpotencias están cada vez más cerca de la guerra y sé que esta vez no van a usar carne de cañón, no cuando tienen nuevos juguetes mucho más destructivos. Cuando vi el reloj supe que era hora de descansar, acomodar todas las cosas me había tomado mucho tiempo, por lo que tratar de volver a mi acogedora cama era de las ideas más tentadoras que tenía en la cabeza. Recorrí mi casa, esquivando las tablas viejas y podridas que parecían simular ser un piso, mientras mi mano rozaba la pared con ese tapizado húmedo por la fuga de agua que tuve hace unos días, subí por los escalones chirriantes y flojos mientras me percataba de la soledad que me inundaba ¿El sonido del silencio? No sé si existirá y de ser así estoy seguro que mi casa esta infestado de eso. Cuando al fin llego a mi cama, solo me queda mirar por esa enorme ventana frente a mí y disfrutar de la hermosa vista que muestra, ese cielo estrellado y la enorme luna resplandeciente que me ahorraba el tener que prender la pequeña lampara nocturna para calmar mi miedo a ese desconocido e impredecible mundo llamado oscuridad. Pero mientras veo con mis ojos cansados, que se me cierran cada vez más rápido y el esfuerzo de abrirlos se va multiplicando, creo ver como la ventana se abre con lentitud.

 Al día siguiente, como si se tratara de una rutina tediosa, me levanto de nuevo con ese dolor de cabeza, el sonido de mi celular recibiendo una llamada es el culpable de mi despertar y al ver de quien se trataba, veo que en realidad no hay nada. Logro levantarme con dificultad en búsqueda de las pastillas y mientras las ingiero; escucho como el vecindario está lleno de vida. Al salir tan solo a la puerta, veo como los niños corren persiguiéndose los uno a los otros en el patio a unas casas de aquí, mientras que al frente unos adolescentes con sus instrumentos musicales parecen estar tratando de sincronizar alguna melodía, pero fallan con desmesura.

 Todo se ve tan vivo y feliz, que me da tristeza.

—Qué triste es vivir engañado —Agregué en voz alta.

—¿Engañado? —Dijo una mujer que estaba a unos pasos de mí.

—Si, míralos, todos ahí, jugando, tocando; mientras son manejados como simples títeres.

—¿Manejados? ¿Cómo títeres? ¿Quiénes?

—Y los grandes de la mesa redonda, ya sabes, la orden secreta que manejan absolutamente todo, desde la economía hasta las modas de las redes sociales.

—Tu debes ser el señor Zagovor ¿Verdad?

—¿Cómo supiste?

—Nuestros vecinos ya me hablaron de ti.

Solté una breve queja en señal de que entendía a lo que se refería, de que entendía que cosas le dijeron sobre mí a esta bien parecida muchacha.

—Supongo que otros engañados ¿Qué hace uno más a la lista de negacionistas?

Una risa salió del interior de la mujer.

—Ellos dicen que tú eres el negacionista —Dijo acusándome con una sonrisa que parecía no tomarme enserio.

—¿Y tú eres? —Pregunté tratando de desviar el punto de conversación.

—La nueva, estoy aquí a tres casas, llegué hace unos días, quise salir a tomar aire fresco y justo te vi aquí parecías estar perdido en tus pensamientos.

—Ya —Fue lo único que salió de mi boca—. Un gusto —Dije mientras volvía al interior de mi casa y cerraba la puerta.

«Tú eres el negacionista» Pensé mientras me dirigía a la sala de estar ¿Así es como la gente me ve? ¿Como un loco que niega verdades absolutas? Pero jamás negué nada, solo trato de informarles a los demás de la realidad moderna. Y mientras me sentaba a ver la televisión me preguntaba ¿En qué momento nos volvimos esto? En estos individuos que apuntan con el dedo, solo porque no creemos en lo que ellos creen o al menos no ignoramos lo que ellos sí. Se que el comienzo fue cuando la tecnología paso de ser una necesidad a una comodidad, pero ¿Fuimos tan estúpidos para no predecir este desastroso presente? Estúpidos, ¡No!, Ingenuos ¡Si! Esa es la palabra y solo hay algo más peligroso que alguien puesto contra la espada y la pared y es alguien ingenuo.

 Llegó la noche y con mucho anhelo volví a mi cama, pero, entré a la habitación y en el momento que lo hice, me percate de como la ventana estaba abierta, jamás la dejaría abierta, sería muy fácil para el gobierno el podernos espiar; además recordaba muy bien como puse los dos seguros que poseía la ventana. Me acerque somnoliento y al querer cerrarla, algo me hizo mirar con detenimiento, alguien estaba de espaldas a mí, sobre el techo de mi casa a tan solo unos metros de mi ventana.

—¿Quién eres? —Pregunté temeroso de este intruso.

—¿Qué? ¿Todavía hay alguien aquí? —Preguntó sorprendido el señor.

—Si… es mi casa.

—Oh, disculpa, supongo que te hice asustar. Antes esta fue mi casa, pero paso hace tantos años que yo… solo necesitaba recordar.

 Mi temor desapareció y la duda inundó mi cabeza.

—¿Solo recordar? ¿Qué cosa le gustaría recordar? —Pregunté.

—En realidad no lo sé, antes cuando vivía aquí, no estaba bien, pero tampoco estaba mal ¿Me entiendes? —Preguntó el avejentado hombre mientras se volteaba a mirarme.

 Quedé en silencio y vi en sus ojos rojos —los cuales estaban así por el notable cansancio que cargaba el pobre— una tristeza que lograba tocarme.

—Entiendo muy bien lo que dices, de hecho, en los últimos días me estuve sintiendo así —Dije tratando de empatizar con él.

—Solo quiero que acabe, hace tiempo que sucedió y yo creo que ya no puedo soportarlo.

Traté de subirme a la ventana con sigilo, solo para no espantar al anciano.

—¡No te acerques! —Gritó frenándome.

—Está bien, solo quiero acercarme —Dije alejándome mientras levantaba mis manos para que las pueda ver.

—Quiero estar solo, sólo déjame solo —Suplicó el hombre.

—No puedo, sucede que estas en mi techo y en mi cama la única vista que tengo es a ti en mi techo —Expliqué.

—Así que no queda de otra.

—Me gustaría dejarte solo, pero no puedo, discúlpame.

—Ya —Agregó con un tono disgustado, pero aun con su rostro depresivo —Un gusto —Dijo antes de lanzarse hacia adelante para caerse del techo.

 Asustado, corrí hacia ahí, sabía que no era una distancia letal de la cual él se tiró, pero la forma en la que lo hizo, en la que su cabeza fue lo primero que se fue hacia abajo, quedaría en un estado crítico. Subiendo por la ventana y llegando al límite del lugar, justo donde vi al señor tirarse, me percaté de algo, nunca hubo ruido de impacto, y en donde el debería haber caído, no había nadie, ni rastros de alguien que pudo haberse ido de cabezas.

 Extrañado y confundido sin saber si lo que acababa de vivir fue siquiera real o una invención de mi subconsciente para batallar la soledad, volví a mi habitación, y esta vez cerrando la ventana con ambos seguros, traté de dormir.

El sonido del celular golpea mi cabeza otra vez y me levanta al instante, veo a todos lados un poco asustado y lo primero que miro durante más de diez segundos, es esa ventana; la cual parecía normal, donde los rayos del sol entraban y el cielo azul parecía ser un lindo fondo.

—¿Hola? —Pregunté mientras atendía el celular sin siquiera ver de quien se trataba.

 Un silencio permaneció del otro lado, hasta que cuando repetí mi pregunta, al fin alguien pudo dar señales de vida.

—¿Alfie?

—¿Mamá? ¡Al fin me llamaste!

—¡Es que yo no entiendo por qué no me dejaste anotado tu número! —Dijo mi progenitora con coraje.

—Te lo dejé mamá, te dije que solo tenías que entrar en la agenda del celular y buscarme.

—¡Pero yo no sé qué es una agenda del celular! Te dije que me dejes en algún papel, para usar el teléfono de la casa.

—¿Y cómo me llamaste? —Pregunté extrañado al ver que en realidad la llamada venia de su celular y no del teléfono doméstico.

—Oh es que mientras tu olvidas a tu solitaria madre, tu querido hermano menor vino de pasada al trabajo y me ayudó con este aparato.

—¿Lucas fue?

—Si, si vieras como se ve ahora, esta todo un hombre, con ese traje gris de la empresa.

—Mamá, ya por favor.

—Alfie no es mi culpa que no quieras disculparte con el todavía.

—¡¿Yo disculparme?! ¡No debo porque disculparme Madre!

—Okey, ya me dijiste madre, sé que ahí debemos detenernos con el tema.

 Nadie volvió a hablar y solo se escuchaba la respiración de ambos durante un breve periodo.

—¿Qué hora es? —Preguntó mi madre.

—Las diez.

—Oh es muy temprano, hace tiempo que no me llevo muy bien con el horario.

—¿Y cómo estás? —Pregunté un poco apenado.

—Mucho mejor ahora que al fin pude hablar con mi hijo ¿Y tú como estas?

—Estoy bien, mejor que antes de hecho, te iba a decir que… —Dije justo en el momento que escuché como la llamada se cortaba —¿Mamá?

Solté un gran suspiro que parecía tener atorado en el corazón desde el comienzo de la llamada. Mi mamá nunca fue muy allegada a mí, Lucas siempre fue el consentido de la familia, pero desde que papá se fue, creo que le hizo plantearse cosas, al menos para bien.

Un golpe llamó a mi puerta y quise averiguar al instante de quien se trataba.

—¿Quién es? —Pregunté mientras trataba de mirar por la mirilla.

—Soy yo, quería decirte algo—Contestó la voz femenina.

—¿Qué cosa?

—Me quería disculpar.

—¿Disculparte por qué? —Indagué otra vez mientras abría la puerta

—No quise llamarte lunático, solo quería conversar con alguien que no me pregunté sobre mi vida personal o traté de convencerme de ir a misa con ellos.

—Veo que conociste a la familia Hernández.

—Si y son insufribles.

—Y yo soy el lunático negacionista.

—Y te estoy pidiendo perdón por eso.

—Es que está bien, si ser un lunático negacionista significa no querer implantar ideologías en otros, soy el lunático negacionista del año.

No hubo respuesta por parte de ella y eso me puso incomodo; entonces proseguí.

—Solo tengo mis pensamientos, pero ¿En algún momento me viste tratar de inculcártelo como la mayoría de esta sociedad? —Pregunté capcioso y sin dejarla siquiera responder —. Exacto, no y el único problema en realidad es mi pensamiento singular y fuera de la sociedad. Solo por el simple hecho de no creer en sus fantasías con deidades, un mundo con libre albedrio e incluso el alunizaje me convierto en el estereotipo con casco de aluminio.

—¿Dijiste alunizaje? —Preguntó crédula.

—No quiero hablar de eso, cada quien puede pensar lo que quiera —Contesté mientras levantaba mis manos —¿Soy de verdad un conspiranoico? ¿En qué momento el tener una creencia “Fantasiosa” pero que no es común me vuelve en un descerebrado sin sentido común?

—¿Antivacunas? —Preguntó.

—No, pero si lo fuera ¿Y qué? —Hablaba mientras dejaba abierta la puerta y me metía adentro, mientras mi vecina me seguía — ¿Tu en qué crees?

—Creo que en nada “raro” —Contestó un poco dudosa de su respuesta.

—No te creo, te pregunto de nuevo ¿En qué crees?

—El… ¿Horóscopo? —Dijo, aun con duda.

—Aun no te creo, pero ¿El horóscopo? ¿Enserio? Quien puede pensar que según tu nacimiento todo tu comportamiento ya está escrito, solo porque saturno estaba ahí.

—Si, suena tonto, pero en realidad lo simplificas demasiado.

—¡Eso no importa! Ya no importa si suena ridículo o no, lo importante aquí es ¿Por qué yo debería hacerte sentir una loca por tu creencia respecto a las fechas de nacimiento?

Deslumbré por un corto periodo de tiempo ¡Pero lo vi! Vi una pequeña sonrisa formarse en su rostro al entender mi punto. La conversación siguió y siguió durante un tiempo hasta que la luz del exterior se atenúo y los focos de mi hogar tuvieron que prenderse y mi invitada marcharse. Me percaté que, al irse, dejo la puerta abierta, algo de mal gusto, pero al final no le di importancia ya que justo en ese momento el noticiero empezó y llamó mi atención.

 “El conflicto entre nuestro país y el país del frio no parece llegar a buen puerto, esto ocasiono a que las super potencias tengan que meter cartas en el asunto orillándolos a que ocupen distintos bandos, algunos científicos afirman que el reloj indica las once y no retrocede. Según la ONU, cada vez estamos más cerca de un confrontamiento nucl…”

Apagué la televisión sin siquiera dejar al presentador terminar sus palabras.

—No necesito ver más mierda que ya se, mientras la mesa redonda hace lo que quiere con nosotros y manda más tropas a Afganistán —Dije con enojo de camino a mi habitación.

No di siquiera un paso de más luego de entrar, que por inercia miré hacia la ventana y allí, si, allí estaba ese hombre, mirando en la misma esquina del techo hacia el suelo, como si esos cuatro metros de altura para el fuera un vacío interminable. Quise adelantarme a él y corrí fuera de la casa para tratar, aunque sea de atraparlo, pero vaya mi sorpresa al ver que él ya no estaba, rodeé la casa, pero de ningún lado podía verlo. Volví temeroso a mi habitación, dando pasos lentos hasta llegar ahí y cuando al fin estuve frente a la ventana, no lo podía creer, el hombre estaba como lo vi hace unos momentos.

—¿Qué eres? —Pregunté.

—¿Sigues aquí?

—¡Contesta!

—Un humano.

—¿Y que tienes?

—Creo que dolor en la espalda, cumplir sesenta al parecer no es gratis.

—¿Cómo haces eso de estar aquí, pero al mismo tiempo no lo estas?

—Eso mismo te preguntaría a ti, cuando me levanté luego de la caída, no te vi por ningún lado.

—¿Yo? ¡Tu desapareciste en el momento que saltaste de mi techo!

—Tal vez no eres ni real.

—Es curioso, pienso lo mismo de ti.

—Respóndeme con franqueza ¿Esta es tu casa? ¿O eres uno de los pocos que quedan, tratando de quedarse con la casa bonita?

—Esta es mi casa ¿Y cómo uno de los pocos que quedan? El barrio está lleno de alienados y además ¿Viste este chiquero? Es la casa más descuidada, sucia, destruida de todas las que hay y todo eso es mi culpa, de esta manera, disculpa si en el pasado fue un palacio, pero ¡Yo tengo los papeles así que yo la tengo como quiero!

El hombre me miró directo a los ojos y como si se tratara de una competencia de miradas; ninguno parpadeó durante unos segundos.

—Es la más fuerte de todas y eso es lo que importa, me salvó la vida hace un tiempo —Agregó el intruso, mientras miraba las tejas rotas del techo —La juventud, recuerdo cuando tenía tu edad, emanaba toda esa energía, era histriónico en exceso y créeme a veces solo tienes que controlarte, lo aprendí por las malas, ojalá no sea tu caso.

—Mira, no sé quién eres o qué eres; lo único que sí sé, es que estas en mi propiedad, en mi techo —Dije mientras subía por la ventana —. Y no solo con eso, aguantando este tipo de invasión a mi privacidad ¿Quieres decirme cómo ser?

—Yo… no quiero problemas —Dijo el hombre mientras daba marcha atrás.

—Y yo tampoco, pero quiero saber si eres real o mi inconsciente pidiéndome a gritos que salga a socializar.

En ese instante, agarré del hombro al hombre y en la misma milésima de segundo en el que ambos tuvimos contacto, todo a mi alrededor comenzó a cambiar gradualmente; el cielo, que estaba estrellado y sin un ápice de mal clima, ahora estaba tapado de nubes grises, densas que parecían avisar de un mal mayor. Las casas a nuestro alrededor, ahora algunas eran simples escombros mientras que otras se mantenían en un pésimo estado, del cual me hacía preguntar cómo era posible que tales cosas sigan siquiera en pie. El polvo era visible y no solo dificultaba la visión, sino el poder respirar.

—¡¿Dónde estamos?! ¡¿Qué me hiciste?! —Grité conmocionado mientras lo apretaba con fuerza de ambos hombros.

—No te asustes.

—¡Todo el lugar esta destruido!

—Desde siempre estuvo destruido todo, solo que no podíamos verlo.

—No no no, esto no está bien —Dije mientras retrocedía mirando el evento apocalíptico.

—¿Recién te das cuenta? Alfie, esto esta destruido hace años —Informó mientras movía las manos para abarcar todo el escenario.

 Me metí con rapidez a la habitación dejando atrás ese lugar y cuando corroboré que toda mi habitación estaba intacta y al mirar al hombre en la ventana, este ya no estaba junto a su aterrador paisaje. Estuve sentado en la orilla de la cama, mirando esa abertura sin siquiera pestañear; pasaron horas, pero todo seguía normal «¿Qué esperaba que pasara?» Me preguntaba al sentir mis ojos cansados; eso que vi ¿Era prueba suficiente de que esto era real o de que había perdido por completo la cabeza? Pasaron las horas y sin darme cuenta caí en un profundo sueño, uno en el cual tuve todo tipo de pesadillas, pero al momento de despertarme, no recordaba nada. La cabeza me dolía por la cantidad de horas absurdas que estuve durmiendo.

«” Alfie, esto esta destruido hace años”» Yo… yo nunca le dije mi nombre, no le dije nada de mí, esa confianza con la que se expresó al tocarlo, no fue normal. Durante mis pensamientos sobre él, mi teléfono volvió a sonar, esta vez sabía muy bien de quien se trataba.

—Mamá ¿Cómo estás?

—¿Yo? Bien ¿Y mi niño especial en su cumpleaños? —Preguntó una voz dulce.

Suspiré y miré hacia el techo sin despegar el celular de mi oreja.

—Bien, la verdad la estoy pasando como nunca, festejando el volverme cada vez más viejo.

Una risa se escuchó.

—Aun eres joven, todavía te falta mucho por vivir querido.

—Espero que así sea mamá, de todo corazón espero que así sea.

—¿Te habló tu hermano? —Preguntó curiosa.

—¿Mi hermano? No, está bien que no lo haga, lo entiendo a la perfección, seguro no puede hacerlo.

—Pero, aun están peleados —Dijo triste.

No respondí, quise gritar, quise gritarle a mi madre; decirle que lo supere, pero no podía, no debía, ella no tenía la culpa de mi estupidez.

—Pronto nos reconciliaremos, estoy seguro de eso mamá —Consolé mientras forzaba mi voz para que no se escuche ni una pizca de disgusto.

—Espero que si hijo, yo los quiero a ambos y también… —Dijo para luego quedarse callada a mitad de la oración.

—¿También qué?

—Espera, luego te llamo, tu papá me está llamando —Indicó mientras me cortaba la llamada.

—Pero mamá…

El sonido de la llamada finalizada me dejó un vacío, una nostalgia falsa; ya que nunca mi madre me había tratado así. Me había dado cuenta que una de las dos únicas cosas interesantes en mi vida ya había pasado y recién comenzaba el día, al menos para mí, ya que el sol comenzaba a oscurecerse. Pasaron las horas y, cada cierto tiempo entraba y salía de la habitación para ver si él había vuelto, hasta que, en la madrugada, mientras ya todo el mundo dormía, derrotado y con la sensación de que me habían plantado, me subí a la ventana y me senté en el techo, solo para mirar las estrellas.

—¿Que tal fue la llamada? —Dijo una voz atrás de mí.

—Estas aquí, pensé que no ibas a venir.

—Hoy tenía que venir más tarde de lo usual.

—¿Me vas a decir que eres?

—Si, pero antes, necesito que hagas algo.

—¿Qué?

—Llámala y dile que venga, que se trata de algo urgente.

—¿A quién?

—A Emilia, la vecina, dile que es urgente, suena asustado para que te tome enserio.

—¿Qué? ¡No!

—Hazlo o si no te arrepentirás, créeme.

—¿Por qué debería?

El intruso dio la espalda e hizo el ademan de no saber la respuesta. Saqué el celular, la llame, le dije que necesitaba su ayuda y que era urgente; en primera instancia ella estaba en un profundo sueño y no entendía muy bien lo que le decía, pero por como soné, se alarmó y así me prestó atención a los segundos.

—Ya ¿Y ahora qué? —Pregunté con gran ímpetu.

—Este vecindario —Dijo seguido de un suspiro —. Siempre te parecieron unos hipócritas ¿No? La familia Hernández, unos religiosos de manual, tratan de llevar a todo el mundo a su iglesia, a adorar estatuas. O la señora flores; antivacunas, cree que la señal cinco “G” le va a derretir el cerebro. También está el buen señor Marcos, piensa que nos fumigan con algo para lavarnos el cerebro y que la nieve en realidad es plástica. Pero tú… ¡Tú! Eres el raro por qué piensas que unos putos ricos nos controlan, unos malditos ricos, con todo el dinero del mundo, que con solo un dos por ciento de sus riquezas pueden desaparecer el hambre en el mundo, no solo nos controlan sino, controlan cada ámbito de nuestra cotidiana y maldita vida.

—¿Cómo sabes eso? —Pregunté atónito al ver como esta persona parecía haberme estudiado.

—Se muchas cosas Alfie, se demasiadas cosas, como hoy, cuando te llamó esa mujer ¡Esa maldita mujer! ¿Qué se sintió que te traten como trataron a Lucas toda su vida? ¿Te sentiste triste?  ¿O fue placer? Querías gritarle, pero sabias que no era su culpa, era su demencia senil haciendo acto de presencia. Recuerdo muy bien todas esas llamadas en la que tenías que fingir ser Lucas, te daba asco, no era tu culpa su muerte, ¡El maldito había bebido demasiado y le pareció una estupenda idea manejar su auto!

Unos aviones pasaron volando a una velocidad inimaginable por arriba de nosotros interrumpiendo todo.

—Siempre tuviste razón y podría seguir y seguir aquí, pero ¡Mira Alfie la hora, son las doce! —Gritó mientras veía el cielo y extendía sus manos.

—¿Qué? Tu… cómo es posible que…

—Preguntas ahora, respuestas después.

Algo sucedió en el horizonte, un gran hongo en la lejanía absurda se creaba a partir de una explosión.

—Eso es lo único que tienes que entender —Dijo mientras señalaba esa cosa —. Ahora corre y ve con Emilia al bunker, no tienes tiempo.

El sonido de repetidos golpes en la pared se escuchó debajo de nosotros.

—O tal vez si —Corrigió.

Mi cuerpo, como si actuara por cuenta propia, se movió y corrí fuera de ahí, bajé las escaleras, abrí la puerta y metí a la vecina casi arrastras hacia el bunker; me quedé sentado y mientras miraba la puerta cerrada ignorando todo lo que ella me decía, el temblor nos sacudía con fuerza, mientras era acompañado por el sonido de destrucción arriba nuestro. Aunque estaba confundido logré deducir dos cosas; uno, que ese hombre había tenido esta conversación en el pasado y dos, que al fin obtuve un propósito, sobrevivir, sobrevivir para que en treinta años pueda tener esta conversación otra vez.




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