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El pintor

 



Relato que participo en la 3ª edicion de "El portal negro" y nombrado "Ganador internacional" (Para ver publicacion original click aqui)


Fue desprevenido, pero de un día para el otro, la gran peste atacó; los campesinos fueron prontamente acabados y mientras los días pasaban, la luna se renovaba, los pequeños reinos desaparecían, al menos parcialmente, ya que las construcciones se mantenían, pero no era sino la interacción humana la que era cada vez más escasa. Perdí a mis mecenas por este arrebato que pronto llamaron "Mortiaris" Causando grandes deformaciones físicas en el rostro de los pobres que contraían esta enfermedad. Pero una noche, tuve un sueño, era él, tímido, escondido entre las nubes, era la Deidad del cielo, quien en antiguas leyendas mesoamericanas se resguardaba en la noche estrellada, una montaña tan inmensa como alta, en la cual dicen que justo en su cúspide podrías tocar las mismas estrellas con tus propias manos, pinté aquel sueño y algo en mi me dijo que él tenía la solución a este castigo y me puse en marcha hacia él.

Me tomó tal vez, semanas o incluso meses, pero entrecerrando los ojos podía ya vislumbrar el final de esta. Allí lo vi, detrás de esa gran nube, pinté tan hermosa vista y seguí mi camino. Luego de días, vi que no se trataba de solo un "El" sino estaba escondido en múltiples nubes ¡Estaba posando para mí, un dios era mi musa! Me tomó tal vez el doble de tiempo en llegar hasta el, pero cuando al fin pude pasar la última nube que lo escondía, lo vi, de espaldas, mirando el vacío bajo de él. Le llame su atención con todo el respeto que merecería una deidad y allí vi su rostro y... no, no lo quise pintar, pero debía hacerlo, pues eso es lo que hago.

El tiempo que me tomó volver a mi hogar fue exageradamente corto y cuando al fin llegué, todos en el reino socorrieron a mi presencia, para saciar su curiosidad y cuando la gente me preguntó "¿Como luce un dios?" Solo pude responder, "Como el Mortiaris" y aunque les dije que no había pintura alguna sobre su rostro, no podía castigarlos con semejante castigo. Cuantas dudas generaría mi pintura a las grandes mentes, torturas mentales fuera de la comprensión, pero tal vez no soy una gran mente y por eso la única duda que me carcome el alma es saber por qué esa divinidad parecía estar llorando.



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